Gabriel Zaid traza la diferencia entre vocación y búsqueda de notoriedad, argumentando que esto último sucede ahora entre escritores y artistas con mucha mayor frecuencia que antaño: Oficio y vocación.
«La vocación no se refería a un oficio, profesión o especialidad, como hoy se entiende cuando se da a los jóvenes orientación vocacional, sino a la conversión religiosa. De hecho, Pablo tenía un oficio (skenopoios, que Bover traduce como “fabricante de tiendas de campaña”, aunque pudo ser peletero, que no es incompatible, porque las tiendas eran de pieles, según el Dictionary of Paul and his letters de Hawthorne y Martin). Pablo no dejó su oficio al convertirse en apóstol, y lo dice en varias ocasiones: Estoy ocupadísimo, trabajo con las manos, nadie me mantiene. Sería justo comer de mi apostolado, pero prefiero trabajar “noche y día para no ser cargoso a ninguno de vosotros […] Quien no quiera trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses, 3, 8-10). Distinguía la vocación del trabajo.
El poeta Wallace Stevens, el novelista Franz Kafka, el músico Charles Ives y el antropólogo Benjamín Whorf hicieron su obra paralelamente a su trabajo en compañías de seguros. Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso fueron microempresarios, a diferencia de Francisco de Asís, que nunca trabajó: fue un júnior que escupió sobre los negocios de su padre y se fue de mendigo para seguir su vocación a tiempo completo.»