Salvador Martínez analiza cómo lejos de atenuarse el oscuro dominio de Francia en África en los últimos años se han intensificado las maniobras extraoficiales de influencia y control de varias regiones del contienente: La Françafrique sigue viva.
«Esa relación todavía se construye gracias a personas sin misión oficial pero con tanta responsabilidad —o más— que un ministro. El abogado Robert Bourgi es una de ellas. El pasado verano, éste acompañó al despacho de Sarkozy a Karim Wade, hijo del presidente senegalés, Aboulaye Wade. En aquella cita, Wade junior dio luz verde al proyecto de construcción de una central nuclear en Senegal en beneficio de los grupos galos Areva, Bouygues y EDF. Todo ello a cambio de una foto del jefe de Estado galo con un delfín que no oculta sus pretensiones políticas.
No hay que apuntar todos los méritos a Bourgi. Entre los factores que operan en África, Vincent Bolloré es el favorito del jefe de Estado galo. Este empresario prestó su yate al Nicolas Sarkozy recién elegido presidente para que disfrutase de sus primeras y polémicas vacaciones. El grupo Bolloré está implantado en 37 países africanos, donde produce el 20% de su facturación. Detrás de Total Fina Elf, Bolloré —la primera compañía petrolera de la República del Congo y ahora en plena expansión en Angola y Nigeria— es el segundo mayor grupo de Francia en África. Según Glaser y Smith, “los dosieres Bolloré son prioritarios” en el Elíseo y, “si no es Sarkozy quien los trata, sus colaboradores saben hacer feliz al presidente favoreciendo a sus amigos”.»