El Ministerio de Defensa se niega a reconocer la relación entre sus pruebas con radares de gran potencia y los tímpanos y rotos y los cerebros estallados de delfines y ballenas. Javier Martín, extrañamente agresivo y subjetivo —extraño por periodista, no porque la noticia lo merezca— conmina al Gobierno a que deje de hacerse el loco y se lea unos cuantos informes: “Que se lea el informe militar americano sobre sus experimentos en Hawai: se expusieron los cetáceos a un sonar a bajo nivel (entre 120 y 203 decibelios). Se despistaron varios hijos y en los años siguientes disminuyó la visita de ballenas hembras. Basta un sonar a 180 db para que cambie las costumbres migratorias.”
El aumento de la potencia de los radares militares acaba con ballenas y delfines.