Como siempre que una noticia es analizada por todas partes, hablo del caso Eluana, es difícil abstraerse de la vorágine informativa y lograr extraer alguna opinión lo suficientemente sensata. A mí me ha interesado en particular este texto de Roberto Saviano. Pidan perdón a Beppino Englaro.
«Me he preguntado por qué Beppino Englaro, como, por otra parte, alguien le había sugerido, no consideró oportuno resolverlo todo a la italiana. En los hospitales muchos susurraban: “¿Por qué convertirlo en una batalla simbólica? Se la lleva a Holanda y asunto concluido”. Otros aconsejaban el acostumbrado método silencioso, dos billetes de 100 euros a una enfermera experta y todo se habría resuelto enseguida y en silencio. Eutanasia clandestina.
Como en la película Las invasiones bárbaras [Denys Arcand], en la que un profesor canadiense con una enfermedad terminal y presa de horribles dolores se reúne con sus amigos y familiares en una casa junto a un lago y, gracias al apoyo económico de su hijo y de una enfermera competente, practica la eutanasia de forma clandestina.»