El Mayor Burdel del Reino (Iñaki), además de resaltar algunas características de la profesión en el Medievo y el Renacimiento, cuenta del prostíbulo valenciano que estuvo abierto tres siglos y que tenía las dimensiones de un pequeño pueblo.
«Incluso, los dueños de estos establecimientos no eran gente de mal vivir y de antecedentes dudosos, al contrario. Solían ser nobles señores e hijos de algo que habían recibido los derechos de explotación de un burdel de mano del mismo Rey, el único que podía concederlas No fueron pocas, por ejemplo, las mancebías que concedió la muy católica Isabel de Castilla a sus más destacados guerreros. Y es que en aquellos años que te concedieran un burdel te arreglaba definitivamente la vida.»