Miguel Santa Olalla Tovar reflexiona sobre el fenómeno de la explicación y glosa de las obras artísticas. ¿Hasta qué punto tiene sentido una obra de arte que precisa de un apoyo explicativo para ser apreciada y disfrutada completamente? Explicar el arte.
«La situación es casi cómica ante la proliferación de obras “sin título”. Aquello que el artista no ha querido nombrar recibe una glosa por parte de la guía de turno. Los comentarios sobre el estilo, las intenciones, las técnicas utilizadas o los significados de las obras terminan desbordando al propio artista: no son pocas las ocasiones en las que pintores, escultores o literatos desdicen y critican a sus propios intérpretes. Y es que por un lado, parece que el arte está ahí esperando a que sea cada uno de nosotros el que lo valore, el que interactúe con la obra y extraiga sus propias conclusiones. Cualquier guía sería en este sentido una forma de amputar la experiencia del espectador, cuya mirada es dirigida hacia los rasgos que la visita de turno destaque. Y no sólo eso: ¿Realmente “funciona” una obra de arte que requiere explicación? Lo específico del lenguaje plástico (pintura, escultura) es precisamente prescindir del lenguaje: ¿no es entonces un retroceso el elaborar imágenes, objetos o piezas musicales que requieren de “anexos” técnicos para que el espectador pueda disfrutarlas?»