Las cosas están así: si yo quiero depositar tres toneladas de basura en le monte vecino, no me dejan, y si lo hago, pago una multa y los servicios municipales se encargan de limpiarlo (todo teoría, claro: en la práctica lo tiro a escondidas y no pasa nada). Si España, por ejemplo, quiere inundar de mierda un río, una marisma o una región, tiene que pagar una tasa al resto de países para poder hacerlo, y lo hace. Y santas pascuas.
El coste para poder contaminar, de
Josep Enric Llevot.