Reflexiona Robert Spaemann sobre la necesidad de que la Comunidad Internacional regule las guerras y les pongan límites, advirtiendo de que lla aplicación de tácticas terroristas por parte de Estados democráticos sólo lleva al desastre: ¿El regreso de las guerras justas?.
«Por supuesto, sigue siendo posible la intervención militar para fines que van más allá de la defensa del país al que uno pertenece, pero para ello se necesita una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Por sí sola, siempre que ninguno de sus miembros permanentes se manifieste en desacuerdo, puede decidir si una guerra se legitimiza por una “causa justa” (en la actualidad, por lo general una grave violación a los derechos humanos).
En consecuencia, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad son soberanos en el sentido que tenía la palabra en el siglo XVII: “capaces de hacer el mal con impunidad”. El derecho a intervenir por razones humanitarias limita la soberanía de todos los demás países. Tras esto está la noción de que el respeto por los derechos humanos se puede obligar desde fuera, junto con la esperanza de que los gobernantes se comporten mejor porque reconocen que se los puede responsabilizar de las violaciones a los derechos humanos.
Está por verse si esta esperanza se justifica. Mientras tanto, la idea de una “causa justa” conlleva grandes riesgos, especialmente evidentes cuando, como ocurrió en Georgia, una gran potencia reclama el título de protectora de los derechos de sus ciudadanos en un país vecino. Si esta idea sigue en pie, las minorías rusas, desde el Báltico a Crimea, pueden terminar convirtiéndose en bombas de tiempo.»