Carlos Alonso Romero hace su pormenorizado retrato de los movimientos alterglobalizadores, una crítica feroz hecha desde la conciencia de su ineptitud y su inoperancia real, y la, según el autor, nula estela que dejan sus acciones: Anti->Alter.
«5. Esta voluntad timorata, minusválida, junto con todas aquellas extrañas solicitudes —que Bush dimita, que los peces suden mantequilla, que se cobre el 0,6 % a los muymillonarios por cada finca rústica que enajenen, que en el FMI recen el “Jesusito de mi vida” antes de ir a dormir—, confirió a las protestas un tono irreal, una sensación de evento circense, de confrontación peregrina y de derrota anticipada. Una escenificación vacua que dio perfecto pie a que los homenets de seny exclamasen vermú en mano aquello de “¡ah, estos jóvenes… ya se les pasará!”. Y vaya si se les pasó. Tanto fue así que no tardaron en apropiarse de tan escuálida protesta y vestirla con ropajes “new age” para sus ferias multiculturalistas y celebraciones institucionales socialdemócratas. No muchos fuimos, a la luz de las desérticas protestas antifórum, los indignados con la reapropiación de la lucha que, una vez más, hicieron los socialdemócratas. Es más, parece que los alterglobalizadores disfrutaron con su reconocimiento institucional. Para cuando se celebró el Fórum de las Culturas y se puso en marcha la onegeización de la protesta (para organizarla, para destruirla), la mayor parte de líderes anterglobalizadores ya se encontraban en las filas del enemigo… Las hipotecas, los churumbeles, ya saben.»