Ánxel Vence comenta la campaña antipiratería que lanza el Ministerio de cultura, y se centra en criticar el canon y lo absurdo de una campaña que no sólo tiene el punto de mira torcido, sino que caerá en saco roto: Piratas y artistas de ministerio.
«Mucho más voraz si cabe que la Agencia Tributaria, la organización que agrupa a los artistas y negociantes españoles del espectáculo se ha acostumbrado a exigir tributos por casi todo. Desde el uso de televisores en bares y habitaciones de hoteles hasta la música con la que suele amenizarse las bodas, cualquier actividad en la que se emitan imágenes y/o música recibe la atención de los detectives contratados por la SGAE. Su profuso equipo de abogados se encarga después de reclamar las correspondientes exacciones bajo la amenaza a menudo exitosa de ejercer acciones legales contra aquellos osados que se nieguen a pagar el tributo.
Habrá quien considere que tales métodos evocan los habitualmente usados por otras organizaciones mucho menos respetables; pero en realidad no hay motivo alguno para pensar así. Prueba de ello es que los artistas de la SGAE han logrado que el Gobierno al que tanto quieren y que tanto les debe instituyese un canon de pago obligatorio sobre los cedés, deuvedés, Ipods, teléfonos móviles y en general cualquier otro aparato susceptible de copiar o reproducir la magna obra de Bisbal, Ramoncín, Bustamante y demás repertorio de glorias patrias.»