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Joselu

No les descubro nada si les digo que la mayoría de blogueros o bloggers tienen un nombre de guerra o usan pseudónimo para publicar, ¿verdad?, pero, ¿implica esto un desdoblamiento?, ¿hay un cambio, aunque sea mínimo, entre el bloguero que publica y la persona que está —porque obviamente está y existe— detrás? Sobre esto, y no exenta de cierto humor, hay una preciosa reflexión de Joselu en Joselu.

«Sospecho que Joselu encarna lo más estimulante que hay en mí como docente, recoge mi experiencia y mi deriva a lo largo de muchos años, y me proyecta en el presente y el futuro como un profesor con ilusiones, con expectativas, con ganas de innovar y de experimentar. Tira de mí extrañamente cuando mi yo biográfico flaquea o estoy por caer en estados sombríos, lo que me ha sucedido con alguna frecuencia. Joselu me dice: resiste, son sólo adolescentes que están buscando su lugar sobre la tierra, busca alternativas, propón ideas… Mi alter ego no se deja rendir fácilmente y no me consiente que yo lo haga. A veces es un pesado. Me tiene atrapado por su embrujo, y, con frecuencia me hace subir a la buhardilla, donde tengo el ordenador, para comunicarme con el mundo. ¿Qué mensajes hemos recibido? ¿Qué comentarios hay? Joselu tiene bastantes amigos. Yo reconozco que soy insociable, que me incomodan muchas veces los encuentros multitudinarios, las cenas de familia, las relaciones sociales. Joselu es un parrandero, le encanta charlar incansablemente, debatir, ser amable y escribir sin cesar de todo: posts, comentarios, respuestas, correos electrónicos. Si pudiera, estaría muchas noches en sesiones de jazz o escuchando música africana, fumando en una cava llena de humo. Pero yo no fumo, hace años que lo dejé. Joselu es un ser complejo, más que yo. Le acechan incertidumbres, pero tiene un algo que lo impulsa hacia delante. Le encanta releer a Cortázar, a Borges o a Roberto Bolaño, mientras que yo prefiero las autobiografías con un cierto toque de melancolía. Joselu es aficionado al gimlet, ese cóctel que encantaba a Philip Marlowe en El largo adiós de Raymond Chandler hecho con ginebra, un poquito de lima y soda. Yo soy abstemio y sólo bebo cerveza sin alcohol.

A Joselu le encanta tener amigos y seguir esa especie de autobiografía espiritual que son los blogs, que encarnan —según él— auténticas epopeyas personales de búsqueda interior. Cada blog que enlaza en su blogroll es una aventura apasionada, y cada bloguer lanza al mundo su modo de percibir las cosas y el mundo. Predominan los blogueros de izquierda, solidarios, amistosos, llenos de curiosidad, y que con sus palabras sencillas interpelan al mundo contando sus avatares personales o sus reflexiones. Abundan los amantes de la literatura y del cine, y el arte en general. A Joselu le atrae hablar del amor y de los sentimientos y es un ingenuo con vocación de cronopio mientras que yo soy escéptico y contengo mis emociones para que no me desborden; nada hay que me incomode tanto que sentir que me recorren escalofríos o ganas de llorar cuando veo una película como La pesadilla de Darwin. Joselu no, él llora si hace falta y no le molesta sentirse recorrido por un malestar interior cuando cree que algo es absurdo o injusto. Si por él fuera iría a un montón de manifestaciones y haría huelga contra la nueva Ley de Educación en Cataluña. Yo le pido prudencia y seny, pero él es un exaltado con gotas de anarquismo en sus venas y es algo jacobino. Le atrae el erotismo, bailar el tango, le encanta Ingmar Bergman y las castañas asadas. Votó por Barack Obama en las últimas elecciones a pesar de que algunos le advirtieron que todo seguiría igual y que no cabía ningún cambio sustancial.

A Joselu le atrae ser escritor, pero yo le digo que no tiene nada importante que decir, que todo está dicho ya y de maneras mejores que lo que él sabe hacer, pero él, erre que erre, insiste y prosigue en su entusiasmo grafómano. Le gusta escribir sobre temas docentes pero también sobre otras cosas que no tienen nada que ver con las aulas. A veces me lo encuentro haciendo yoga o tai chi y me dice que Freud está superado, pero no descarta hacerse un psicoanálisis algún día o practicar zazen. O viajar al desierto, a pesar de que soy un sedentario contumaz y no me gusta ni moverme para ir a la playa en los veranos.»

Ana Lorenzo | 20/11/2008 | Artículos | Internet

Comentarios

  1. Adrian Monk
    2008-11-20 13:21

    Gracias por la referencia un texto, como señalas, divertido. Yo por ejemplo me llevo muy bien con Cayetano, bueno … algunas veces discutimos por tonterías ;-)

  2. Marcos
    2008-11-20 17:30

    Sí, creo que ha llegado el momento de sincerarse: yo no soy Marcos Taracido, sino su alter ego, Marcos Taracido. Sí, ya sé que parece lo mismo, pero no es igual.

    Saludos

  3. Ana Lorenzo
    2008-11-20 18:36

    Bueno, Adrian Monk, lo de Cayetano es un caso grave de disociación de la personalidad, vea lo que aguanta el pobre D. Otis B. Driftwood, si no, en su cuaderno.
    Marcos, parece mentira; yo que pensaba que usted era de los pocos que no cambiaban el nombre, como yo, y me ha engañado vilmente: ¡usted usa un homónimo como pseudónimo, oiga! ¿Se ha dado cuenta de que es usted su tocayo? ¿O tocayo de su alter ego virtual? ¿O tocayo de su alter ego real y gris? Porque será usted gris, al menos.
    Bah, si además no estoy segura de si realmente aquí el que pincha y corta no es un tal Bonifacio Calatrava, que lo dijo un tal Alberto, que creo que tampoco debe de ser un nombre real porque hay un tal F. que lo abandona por ahí de vez en cuando.
    ¿Ven qué lío? Con lo fácil que es Ana, A-na, ya está, no hay más, puf. Si es que así empiezan los problemas de saturación de los ambulatorios y la multiplicación de recetas de prozac y orfidal, claro, y luego dicen que internet cambia la sociedad, pues claro: la sociedad y la libreta de direcciones.

  4. Miguel A. Román
    2008-11-20 19:59

    Pues yo estoy de acuerdo con Marcos y con el texto de referencia —aunque exagera un poco—.

    Miguel A. Román es mi seudónimo internaviero desde casi mis principios en este universo virtual; pero esa “A.” que, obviamente, no utilizo de viva voz separa a mi personaje de mi persona.

    A veces me irrita ese sujeto, ser enciclopédico de lenguaje ultracorrectísimo; pero le tengo respeto, porque se atreve a decir cosas de una forma que a mí me ruborizaría decirlas en público.

    Además, es más poderoso que yo, y, si se dan cuenta, es él, y no yo, quien está escribiendo esto. ¡Qué cabrón!

  5. Marcos
    2008-11-20 20:43

    Miguel, yo a ti te tenía calado desde hace tiempo. Estaba claro que con tu personalidad no podías escribir con esa seguridad, tanto de letras como de gastronomía. Aunque me gustaría saber hasta dónde llegas con ese juego de pseudónimos… cuando vas al váter, por ejemplo, ¿eres Miguel A. Román o Miguel A. Román?

    Yo, no sé bien por qué, sólo utilizo el pseudónimo en la farmacia; no sé, siempre me dio vergüenza pedir medicamentos, es una especie de pornografía, así que presento mi carné falso, el que pone Marcos Taracido en vez de Marcos Taracido. Nunca se dan cuenta.

    Saludos

  6. fmop
    2008-11-22 03:05

    Estupenda selección. Joselu se lo merece.

  7. Ana Lorenzo
    2008-11-22 11:12

    @fmop: Sí, creo que el texto es una buena recomendación, gracias.
    Y ahora, más en serio que en mi anterior comentario, más en la línea del comentario de Miguel A. Román: me gusta especialmente Joselu porque, si bien tiene cierto humor, no es un texto humorístico, es una reflexión y una añoranza. ¿Cuánto de verdad y de deseo de verdad hay en mí en lo que escribo en mi blog? ¿Cuánto de la realidad, al ser contado, no se idealiza, simplemente, casi por el hecho de ser contado, de ser contable? ¿Y qué tanto del bloguero no se deja llevar por lo que sueña o quiere, más que por lo que vive?
    Este doblez, estos márgenes del pliegue o de la bifurcación se dan también en la literatura, en el cine, en el arte: el que haya un espectador hace que lo ocurrido adquiera un valor distinto, pase de ser un hecho a ser un referente. Claro, siempre que exista una intención artística, una técnica suficiente, un placer para el público —ese público maldito odiado y querido—, y más.
    Y muchas veces la gente identifica al autor o al actor o al director con la persona, y pesa más el personaje que la persona misma. Se quejaba una vez Javier Marías de que, tras escribir uno de sus libros —en que el personaje era un traductor, casado y con un hijo (no recuerdo ahora cuál)—, mucha gente había dado por hecho que él estaba casado y con un hijo, y ya podía decir: que el personaje no soy yo, era inútil.
    Y en un blog, en una página web… ¿no hay cierto parecido?, ¿no hay una identificación del autor y editor y de la persona por los que lo leemos y lo tenemos guardado en nuestras feeds, mayor aún que la que hacemos en los autores de obras literarias, cinematográficas, etc.?
    Pero siempre hay una pequeña línea de transgresión, de violación de la realidad, o quizá no, no siempre. Y allí es donde cada uno elige o no elige y es prisionero ya de lo que escribe, o de cómo comenzó a escribir, o de qué quiso dejar pasar y qué personaje dejó vivir.
    Bue, yo me enrollo mucho. Lo mejor es leer el post de Joselu: mucho más bonito y que se explica mil veces mejor.
    Un beso.


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