Sebastián Álvaro nos habla un poco de la situación de politeísmo que pervive en Nepal y que lleva a algunas niñas muy concretas a ser proclamadas diosas por cumplir con determinados requisitos de pureza. Diosas a plazo fijo en Katmandú.
«Lo que le espera a esta niña, quien es elegida tras un muy riguroso proceso de selección que busca en ellas 36 virtudes que las hacen perfectas, es una vida aislada y alejada de su familia. Nadie puede tocarlas, no acuden al colegio, sólo consumen comida considerada pura, y, por supuesto, no pueden abandonar el palacio sin permiso. Pero se trata de una divinidad con un plazo de finalización: la llegada de su primera menstruación. También una enfermedad grave o un accidente que suponga una efusión intensa de sangre sería causa del final de su reinado divino. Entonces, los fieles creen que la diosa se desencarna del cuerpo de la niña y es el momento de que vuelva con su familia.»