Paaq (sic) se pregunta por qué la Real Academia Española se da tanta prisa para admitir determinada terminología tecnológica en el diccionario mientras que se hace la remolona durante años para términos completamente comunes. Máxime cuando la tecnología caduca con una cierta rapidez. USB llega al diccionario.
« Pen drive y USB han entrado en la última remesa junto a monoparental y anticelulítico. El debate está servido: ¿se han precipitado? ¿Por qué pen drive, cuando hay literalmente miles de maneras de llamar a eso? Lean los comentarios en menéame: lápiz, memoria, chisme, pincho, cacharrito, mp3, pirindolo, llavero…
Otro tema, más espinoso si cabe, es la inclusión en el diccionario de marcas registradas. USB, en efecto, es la marca de un sistema de transmisión de datos con especificaciones, logotipo y todas las zarandajas ¿USB sí y Disney no? ¿Y pan Bimbo? La norma, antaño, era aceptar cosas como turmix, aparatos que tenían nombre y apellido, pero no competencia. Hoy, vivimos en un mundo en el que las marcas se nos meten hasta en los enchufes, no las integramos en nuestras vidas por decisión propia, sino que las aceptamos tácitamente.»