Ana Baena escribe uno de esos textos partiendo de la base de las cosas que tanto me gusta encontrarme, ahora que todo se refiere a la especificidad más absoluta. En este caso habla de qué es la fotografía, así, en general. Aprehender la realidad.
«La nostalgia, algo feo y grotesco en un principio, puede llegar a ser algo bello y conmovedor. Mueve los resortes internos del fotógrafo convirtiendo cada imagen capturada en un memento mori irrepetible. También la transforma en un testimonio político, como las fotografías de guerra de Dorothea Lange, aplicando el concepto de verdad máximo. La fotografía se convierte en un testimonio de verdad absoluta pero no crea una posición moral, tan sólo refuerza la que ya existía de antemano. Una imagen, como reza la popular frase, vale más que mil palabras, por el hecho de estar seleccionada entre el resto de las visiones que la realidad nos ofrece. La acción del fotógrafo reside en catalogar esa realidad y luego poder decidir que merece ser destacado. Ese acto de autoselección crea el propio engaño de la fotografía: el ser tratada como verdad absoluta como parte de un criterio subjetivo que necesita de una realidad sin violentar pero que debe ser atacada por él.»