En el centenario del nacimiento de Cesare Pavese, Vladimir Holan compara su muerte con la de otro gran poeta suicida, Vladimir Maiakovski y subraya la escalofriante repetición de sus pasos, los de ambos poetas, en la antesala de sus muertes. El oficio de vivir.
«Todos los gestos humanos, hasta los más trágicos o aparentemente inimaginables, están hechos de repetición. Anochecía. Era sábado. Pavese cerró sobre una mesilla de madera el folder que contenía los últimos poemas que había escrito y se dirigió al teléfono negro que colgaba de la pared. Hizo tres llamadas a tres mujeres. Las invitó a cenar. Ninguna aceptó. Tomó un bolígrafo y escribió: “Perdono a todos y a todos pido perdón. No murmuren demasiado”.
Veinte años antes, desde la habitación de un estudio donde reinaba una soledad parecida, Maiakovski rogaba sin éxito a la actriz Veronika Polonskaia que subiera a su habitación. Según dicen, hizo otra llamada a Lili Brik, pero nadie contestó al teléfono. El día anterior había escrito una breve carta, con este comienzo: “De que muero no culpéis a nadie y, por favor, no chismeéis. El difunto lo odiaba terriblemente”. Que el corazón de Cesare Pavese dejase de latir por la ingestión de unos botes de somníferos y el del autor de La nube en pantalones por una bala constituye únicamente un circunstancial detalle forense.»
2008-11-06 23:58
Este artículo me sugiere una palabra: deshabitación. Podemos decir: desabitación, versus cohabitación. La deshabitación es una ausencia absoluta de experiencias compartidas; es el hábitat del bicho que queriendo y entregándose ha dejado de ser apetecible por el objeto de su amor, a pesar de que éste sea plural