José Tomas Angola escribe sobre su admirado (dice que más como símbolo de libertad que como creador) Antonin Artaud, pero me interesa sobre todo la carta que transcribe en la que el dramaturgo se dirige al director del hospital mental en el que estaba internado: Antonin Artaud y los malditos clásicos.
«Estoy asqueado de vivir, señor Latrémoliere, porque me doy cuenta que estamos en un mundo donde nada me ha sostenido y donde cualquiera puede ser ridiculizado y acusado de insanía según el estado de ánimo del momento y de la hora, y el inconsciente del acusador que a sí mismo se cree juez e ignora absolutamente todo.
Fue usted mismo quien hizo que cesaran de aplicarme, en el mes agosto, los espantosos electroshocks, porque usted había comprendido que no era un tratamiento lo que me convenía y que un hombre como yo no debía ser tratado sino, por el contrario, ayudado en su trabajo. El electroshock, señor Latrémoliere, me desespera, me seca la memoria, entumece mi pensamiento y mi corazón, hace de mí un ausente que se conoce ausente y se ve durante semanas persiguiendo su ser, como un muerto al lado de un vivo que ya no es él, que exige su llegada y que no puede entrar en su casa. Después de la última serie me quedé durante todo agosto y septiembre en la imposibilidad absoluta de trabajar, de pensar y de sentirme un ser.»