La corrupción policial en Afganistán es uno de los aspectos más representativos de la atmósfera de horror, guerra e impunidad que sufre a diario el país asiático. Cuando quien debe protegerte es quien te golpea, ¿qué hacer? Lo cuenta David Beriain. Policías corruptos.
«Para empezar nos piden dinero. Contribución y ayuda, le llaman. En realidad no es más que un soborno. Policías pidiéndonos un pago por un servicio que nos han impuesto, que no hemos pedido. Llevamos cuatro años yendo una y otra vez a ese rincón conflictivo que es Shindand. Siempre lo hemos hecho solos, pero esta vez dice el gobernador de Herat que si vamos por nuestra cuenta nos detendrán en el primer puesto de control. Que o aceptamos escolta o no vamos, que no pueden garantizar nuestra seguridad.
Pero la escolta quiere dinero. Es otra de las cosas que han cambiado en los últimos meses. Hasta ahora los agentes se abstenían de realizar estas prácticas con los extranjeros. Se limitaban a esquilmar a los afganos, indefensos ante su poder. Pero ahora lo hacen también con uno por muy rubio y blanquito que sea, quizás escudados en una percepción de impunidad y corrupción generalizada. »