Con motivo del derribo de la antigua cárcel de Carabanchel, Javier Ortiz escribe un texto que resulta casi más emocionante por su apariencia desapegada sobre su estancia durante la época franquista en la prisión madrileña. Carabanchel.
«De lo que sí me acuerdo es de cómo era. Conseguí habilitarla muy bien, con una mesa (una puerta de madera negociada en la carpintería de la cárcel), una biblioteca (una serie de compuertas de registros del agua sujetas a la pared con cuerdas), una tumbona de playa, alfombra (una manta recortada), luces indirectas (tulipas hechas con cubos de plástico), hornillo (un ladrillo con una resistencia eléctrica), cojines (para convertir la cama en sofá durante el día) y hasta unos visillos para tapar el ventanuco y no ver los barrotes constantemente. Conseguí que me autorizaran una máquina de escribir y logré tener incluso un transistor de radio, que mi abogado me pasó a escondidas y gracias al cual oía las noticias en español de Radio París, donde trabajaba mi primo Emilio Sánchez Ortiz. A la mañana siguiente las difundía en el patio. »