No es fácil encontrar ficción en los periódicos (quiero decir “literatura”, no fabulación con la mentira, que esto último abunda), y menos tan poética como la de
Hermann Bellinghausen:
El color de la noche: “Acuclillado sobre el montículo más próximo a la cara afeitada del atardecer, Calucas esperó con ojos inmóviles el momento final del día. Lo que llegó no era oscuridad, pues un no sé qué de claro les brotó a los campos. De las nubes caía una pedacera de luna oculta en lajas tenues de luz.”