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Una generación de niños entre cuatro paredes

Un reportaje de I. de la Fuente sobre nuestros niños y la ciudad, Una generación de niños entre cuatro paredes, basado en estudios de diversos sociólogos y profesores, nos deja un aperitivo de lo que concluyen estos: los niños pasan de estar en casa, aislados, casi sin relación con chicos de su misma edad, a tener que asumir su paso a la adolescencia y salir a esa ciudad, que hasta hace nada era territorio vetado, de golpe y porrazo, sin una adapatación gradual.

«Son invisibles [los niños], afirma la socióloga Lourdes Gaitán, coordinadora del curso experto en Políticas Sociales de Infancia de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense. Invisibles a pesar de que los menores de 14 años sobrepasan la cifra de 6.619. 000. El tráfico es el gran enemigo, la gran barrera. “La ciudad parece estar al servicio de adultos que se mueven en coche”, reconoce Gaitán. Los niños, como otros peatones vulnerables, “viven en la sombra”, señala. Aun así, los parques son “espacios conquistados” para el juego. Los niños necesitan el contacto con sus iguales y llenan cualquier plaza o simulacro de espacio verde que vislumbran. Llenan sobre todo su cuarto de amigos invisibles, de juegos inventados en los que ellos mismos se preguntan y responden. “Juegan lo mismo que antes. La naturaleza de la infancia lleva al juego porque es su forma de relacionarse con el mundo”, afirma Fernando Vidal, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas. “Los niños son capaces de jugar y crear su mundo incluso en condiciones extremas”, recuerda. Vidal y la profesora Rosalía Mota son los autores de una reciente encuesta sobre el estado de la infancia en España en 2008.

Así pues, juegan. “Quizás menos, al tener más actividades extraescolares. Éstas se han disparado”, sostiene el profesor de Comillas. “Un tipo de juego menos social (con poca calle, menos vecindad y menos hermanos)”, continúa. Los hijos únicos o los que pasan parte de la tarde en casa solos (estos últimos, un 17%, según la citada encuesta) recurren con frecuencia al videojuego. Y bañan y alimentan a perros virtuales que se mueven a través de su voz (“Sultán, ven, bonito”), o vuelan con maravillosos o insólitos personajes de los manga japoneses a los que humanizan hasta límites obsesivos. Un personaje de la televisión o de la videoconsola les resulta más familiar que esos primos a los que prácticamente nunca ven. “Su acceso a Internet no está suficientemente extendido como para decir que la Red ha sustituido a la calle”, matiza Vidal. Pero el mundo virtual crece en sus cabezas y puede llegar a pesar demasiado en sus vidas. “Hay que tener precaución con los chats y foros: en ellos uno se encuentra todavía más violencia (verbal) que en la calle por los numerosos trolls (provocadores o saboteadores adultos que se hacen pasar por niños) que los recorren”, agrega Vidal.

No hay muchas alternativas en una sociedad que camina hacia el hijo único. En España, todavía, más de la mitad de los niños cuentan con un hermano con el que compartir juegos y peleas. Sin embargo, entre el 14% y el 15% de los niños de 6 a 14 años no tiene hermanos. Y un 5% de los que sí tiene alguno, no convive con él. Eso significa que un 19% vive únicamente con sus padres o con otros adultos. Si carecen de primos y los amigos de sus padres no cuentan con hijos de edades similares a la suya, su círculo social se estrecha. Son reyes y reinas de hogares donde los juguetes pueden llegar a ser excesivos y a la vez nunca suficientes. Para contar con compañeros de juegos tienen que recurrir a sus padres o abuelos, encontrarlos en el colegio o salir al parque en su búsqueda. Allí, en el parque, suelen estar los amigos del barrio, a condición de que padres o niñeras coincidan.

“A tapar la calle, que no pase nadie…”. Hay niños que todavía entonan esta vieja canción, pero no pueden poner en práctica su letra. Esa calle imaginaria ya no existe, y la real constituye un espacio escaso y disputado. “La experiencia de la calle que vivieron los chicos de los setenta y ochenta estuvo marcada por una fuerte crisis económica que la volvió insegura”, recuerda Vidal. “Por otra parte, una generación de nuevas violencias contra los niños, como el secuestro y la muerte de Mari Luz, junto con la difusión amarillista por televisión de los sucesos de Alcàsser o la desaparición de Madeleine, nos ha hecho extremadamente precavidos. Se trata, ante todo, de una cuestión de seguridad y es difícil que se revierta, excepto en lugares vigilados de urbanizaciones”, añade el experto.»

Ana Lorenzo | 15/10/2008 | Artículos | Sociedad

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