De cómo los sucesivos impulsos desreguladores del mercado llevaron a a los desreguladores a pedir urgentemente una regulación. Simon Jenkins lo explica muy clarito en De los responsables de la crisis y del castigo que merecerían
«A quienes estudiamos economía en los viejos tiempos nos enseñaron que los bancos debían ser oligopolios regulados, debido a que su papel en una economía capitalista era crucial. Se basaba en el sostenimiento de la confianza pública que sólo el gobierno, respaldado por el ciudadano en tanto que contribuyente, podía proporcionar. En Gran Bretaña, la banca comercial, la banca de inversión y las cajas mantenían una diferenciación legal, separadas por barreras que impedían una contaminación entrecruzada del género de la que provocó el crac del 29.
El libro de J.K. Galbraith sobre esa crisis es el Doctor Strangelove del holocausto financiero. Si alguna lección nos ofrece es que las depresiones no son obra de Dios sino que las causa la interacción del comportamiento corporativo y la regulación del Estado. Tampoco ocurre que el mercado se administre su propia disciplina. Comprender esto, escribió Galbraith, “es la mejor salvaguarda para que no vuelva a suceder”. »