No encuentro al autor de este texto sobre la manera en la que las empresas y las marcas ocupan gran parte de sus espacios publicitarios en fidelizar y atraer a los menores de edad, motores del consumo familiar desde bien pequeños. Véndeselo a un niño.
«Cada vez más los niños y niñas son educados en un mundo de marcas, de modo que aprenden a crear su identidad a través de los logos de las multinacionales que les rodean y que, al llegar a la adolescencia, lucen orgullosos en la ropa y demás complementos. Y esto se consigue dejando que los publicistas campen a sus anchas en unas ciudades cada vez más saturadas de anuncios, y en unas casas en las que la televisión está encendida, de media, 3,5 horas al día. Según el Consejo Audiovisual de Cataluña, los menores de entre 4 y 12 años dedican 990 horas anuales a ver la televisión frente a las 960 que se destinan al colegio y los estudios. A nadie se le escapa, claro está, que en esas horas destinadas a ver la tele, los niños y las niñas aprenden cómo deben vestir para estar a la última, cuál es la comida que está más buena (que no la más sana) y cómo deben divertirse.»