Esta relación de los gustos musicales y cinematográficos de Jorge Luis Borges, A fin de cuentas, era todo un rolinga, es, en sus aparentes incoherencias, una demostración de lo poco fiables que pueden ser los genios fuera de su ámbito de creación. Por ejemplo, detestaba a Beethoven.
«Según Kodama, el hombre tenía sus enconos: detestaba la música de Beethoven y el canto de Carlos Gardel. De todas formas, la música no era lo suyo. “Él decía que era sordo musical porque tenía sólo oído para la música de la palabra. Decía también que Beethoven no le gustaba, lo que producía horror entre la gente entendida; y creía que Gardel había arruinado el tango porque lo había hecho sentimental y llorón”, dijo Kodama en una entrevista que concedió a BBC Mundo.
“Pero le gustaban Brahms, Bach, la música antigua, medieval, la música folclórica, la milonga y los tangos de la ‘guardia vieja’ como los llamaba, porque eran como milongas: tenían letras divertidas, con doble sentido”, continuó la presidenta de la fundación borgeana.»