Filip Jurzyk nos habla de Terespol, ciudad polaca limítrofe con Bielorrusia, que hasta hace poco vivía casi exclusivamente del contrabando y de la economía sumergida. Con la entrada de Polonia en la Unión Europea esta población de western europeo se ve abocada a un futuro incierto. Quién se iba a esperar Schengen.
«El contrabando constituye sólo una parte de los ingresos. En la frontera, la prostitución de mujeres bielorrusas y el comercio ilegal de caviar son otra fuente de beneficios. Cuando todavía existía el tráfico en la frontera, se formaban colas inmensas en la entrada de Terespol. Si se llegaba el último, la espera podía alargarse hasta 15 horas. Pero en aquel entonces, bastaba con dar algo de dinero a la persona responsable por la ventanilla para ganarse el primer puesto de la fila.
“El año pasado, un joven se sublevó. Le derramaron gasolina sobre el coche y lo incendiaron en pleno día”, recuerda Lukasz. “¿Y la policía que hace?”, le pregunto. Una sonrisa asoma en su rostro: “Ahorcaron a un amigo de mi hermano en su propia casa. Iba a la ‘lluvia de contrabando’ y cogió mercancía que no le estaba adjudicada. Hace dos meses, los polis degollaron a otro. También hay quien dice que se divierten con las fulanas rusas”, me cuenta Lukasz como si hablara del tiempo.»