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El síndrome de la medalla de plata

El deporte tiene la paradoja de que en muchas ocasiones el bronce suele tener mejor sabor que la plata, aunque todo depende de desde dónde vienes y hasta donde esperabas llegar. Miguel Santa Olalla Tovar habla de ello en El síndrome de la medalla de plata.

«Valorar una medalla de plata nos lleva al campo de la psicología. Entran en juego variables como la apreciación de nuestra propia capacidad, las expectativas que nos formamos en función de la misma, la habilidad del resto de competidores y la influencia de factores externos, como pueda ser el arbitraje, las condiciones climatológicas, posibles indisposiciones… Todo esto hace que la plata sea recibida con tristeza o con la mayor de las alegrías, pudiendo dejarnos incluso cierto sabor a oro en el paladar. Los juegos olímpicos que acaban de terminar son un ejemplo excelente: hemos visto recoger platas con tristeza, pero también con increible entusiasmo.»

Alberto Haj-Saleh | 09/09/2008 | Artículos | Deportes

Comentarios

  1. Alber
    2008-09-09 14:55

    Dejando de lado el hecho de que ya sobre cualquier memez existe un “síndrome” (generalmente inventado), este no cuela: me como la hebilla del cinturón si al entrevistar a cien atletas que participaron en las pasadas olimpiadas, los cien no afirman que sin lugar a dudas prefieren ganar la medalla de plata a la medalla de bronce. Y la medalla de oro a las de medallas de plata y bronce.

  2. Alberto
    2008-09-09 15:04

    Pues claro, Alber, pero eso es siempre a posteriori, siempre siempre siempre. El texto habla, y además con razón, de que en el momento de terminar la prueba, el partido, la carrera que sea, en muchos, la mayoría, de los casos el medallista de bronce se siente mejor que el de plata. Y ejemplos hay docenas: seguro que la chica que cogió bronce en ciclismo de forma inesperada se sintió infinitamente mejor que David Cal cuando éste consiguió la plata. Pero mira las caras en el podio, hombre, la selección española de Balonmano estaba jolgoriosa con su bronce (que consiguieron ganando un partido) y la de Islandia estaba deprimida al máximo con su plata (que tuvieron perdiendo un partido). Y así muchos más: el que queda segundo en 800 metros a punto de ganar el oro está más jodido que el que quedó tercero superando in extremis al cuarto.

    Otra cosa es que pasen los días, las semanas, el tiempo y uno valore en condiciones las cosas. Pero desde luego en el momento de acabar la competición me como la hebilla del cinturón si no hay más casos de gente más feliz de haber “ganado” el bronce que de haber “perdido” el oro.

  3. María José
    2008-09-10 04:12

    Alberto, es que si la ciclista que cogió el bronce de forma inesperada, coge la plata pues infinítamente mejor. A mí se me ocurre que lo que pasa es que es más probable que el que gana la plata tenga probabilidad de ganar el oro, que el que gana el bronce la de plata o el oro, por eso más desilusión. Por ejemplo, este año la selección española de baloncesto se habrá quedado más descontenta con la plata que en el 84, donde estaban felices con el segundo puesto.


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