Javier Akerman señala al laicismo como necesidad absoluta en cualquier sistema de gobierno, entendiendo laicismo como independencia religiosa y no como agresivo anticlericalismo. Laicismo, estados confesionales y libertad de conciencia.
«El anticlericalismo puede empezar a germinar si no se separan del estado los privilegios de cualquier religión. La sociedad debe ser política y administrativamente laica para que todos los que la forman puedan ser libres en materia de conciencia y creencia. El laicismo es un verdadero antídoto contra los integrismos religiosos que en pleno siglo XXI han polarizado la sociedad mundial. El laicismo no es sinónimo de exclusión, ni de ateísmo estatal, ni es un “sentir antirreligioso” que emana del estado.
Un estado laico defiende la sana convivencia de las creencias religiosas en su territorio pero no se identifica con ninguna. Por desgracia muchos países que han tratado de separar Iglesia/Estado se han encontrado con la beligerante oposición de los que temen perder ciertos privilegios adquiridos a golpe de decreto. También en el lado contrario están las persecuciones religiosas promovidas por dictaduras que ni siquiera dejaban un margen a la práctica religiosa en el ámbito privado.»