Cuando fallecemos el patrimonio pasa a manos de nuestros herederos, desde el bien más suntuoso al más nimio. Sin embargo, nuestras posesiones presentes en la red, como los perfiles sociales o el contenido del correo electrónico, quedan a la deriva, a expensas de que nuestros legatarios conozcan de su existencia y de la buena voluntad de los administradores de redes y servidores. La vida eterna existe en Internet por Diana Delgado
«Los sitios de red social mantienen en activo los perfiles de gente ya fallecida, dando pie a un sinfín de desmadres: comentarios no deseados, spam y pornografía.
Internet no asume fácilmente la muerte de sus usuarios. A diario, millones de personas se registran en algún sitio de red social sin pensar que ese registro será de por vida, e incluso, perdurará después de su muerte.
Las políticas de gestión para usuarios fallecidos varían de unas redes a otras pero en general, lo normal es que nadie preste demasiada atención a las cuentas inactivas, ni a las razones que hacen que no estén siendo utilizadas.»