Félix de Azúa echa de menos (y yo también) los tiempos donde se podían escribir historias sin dar demasiadas explicaciones, contextualizarlo todo con una precisión milimétrica y ficcionar sobre lo que fuera sin que en Internet alguien abriera un foro para señalar las inexactitudes históricas de tus relatos. Dificultades para contar cuentos.
«Me maravilla la desvergüenza de los grandes clásicos, su seguridad, su aplomo. Hay novelas de Baroja en las que un grupo de haraganes que se reúne todos los días en una tasca madrileña decide irse a Rusia para cambiar de aires. El siguiente capítulo comienza con los mismos discutiendo de política en un café de Moscú. Baroja le da un toque realista poniéndolos a todos en camiseta de felpa, jersey de nudos y gorrilla de lana.
Ese desparpajo sería hoy imposible. Sin un conocimiento de primera mano de los escenarios y los personajes, no hay quien coloque una línea. La gente se sabe el íntegro registro psicológico y hasta los más recónditos rincones del globo, de Mogadiscio a Ulan Bator, gracias a la tele y a los seriales de enfermeras. Ya no se puede dar gato por liebre.»