A partir de la noticia de la decisión de Paul Newman de pasar los últimos días de su vida en su casa, Marcelo Figueras reflexiona sobre la posible elección que se tiene a veces de la manera en la que se quiere morir. Sobre el arte de morir.
«La cuestión me ronda la mente desde hace algunas semanas, cuando un amigo me confesó que su madre estaba muy próxima al fin, y que con su familia habían decidido apartarla de hospitales para permitirle apagarse en su propia casa. Se trataba de una mujer muy mayor, enferma de Alzheimer; un mal que, ya de por sí, lo dificultaba la posibilidad de reconocer dónde estaba y a quiénes veía. ¿Por qué aumentar su angustia y su desorientación internándola en un lugar del todo ajeno, y lleno de gente desconocida? La opción menos violenta era conservarla en su hogar, controlada médicamente de manera estricta pero de todos próxima a sus cosas, a sus aromas, a su cocina, a su cama. Consecuentemente, se extinguió en el sueño. Todas las muertes nos dejan un regusto de injusticia (¿quién puede convencernos de que ese era el momento adecuado, de que el final no podía haber esperado un tiempo más?), sin embargo la suya se pareció mucho a una muerte dulce.»
2008-08-14 12:01
Según mi experiencia (no de mi muerte, claro, sino de la de los míos), lo mejor es, efectivamente, llevárselo a casa. Si va a haber dolor, te dan incluso la morfina y las instrucciones para aplicarla. Y a veces no llega a ser necesario.
Es mucho más tranquilo para el que muere morir entre los suyos. Para mí también es más dulce recordarlos en casa que en el sanatorio. Lástima que a veces no dé tiempo la muy puñetera a dejarlos volver. Y es que uno planifica, pero ella viene cuando quiere.
Bonito artículo y buena conclusión la de que hay que aprender a vivir con la muerte.
Un beso.
2008-08-14 23:52
Acabo de pasar exactamente por lo mismo que describe Alberto Haj-Saleh. A diferencia de él fué en un hospital en donde todo el equipo, especialmente la profesional de la terapia respiratoria le tomo un cariño especial; Pero todos se fueron compenetrando con su situación…Y ella vivió su última semana en contacto con personas muy especiales y sensibles que entraron en su vida para ayudarla cuando más lo necesitaba (y yo también). Alcanzó a expresar su agradecimiento por ello y a ellos…Cuando supo que no volveria a ser la misma, que se valía por sí para todo, decidió abandonarse a su suerte y hasta alabó la limpieza de la habitación.
Creo ratificó su lección principal: “Hay que vivir de una manera simple, ojalá sin privaciones y esperar por lo menos un trato digno” Es como el sentido de vivir en comunidad..