Con un puntito de nostalgia y cien de cachondeo, César García nos recuerda el artilugio que todos los pequeños quisimos tener en casa antes de que el video, no digamos ya el dvd, entrase a formar parte de nuestras vidas. La gran solución a la crisis del cine: el cinexin.
«Y ahora viene lo chungalí: “Rápido, despacio, adelante, detrás…incluso para la imagen”. Overpromise total. A la tercera vez que se le daba para atrás la peli se partía. Y en las instrucciones decía que se tenía que pegar con acetona. Eso qué narices sería. Por supuesto, ni rastro de autofocus: se enfocaba con tracción animal, girando el visor delantero. Y, por último, deseo añadir que las ‘películas’ en general carecían de un mínimo argumento. Bueno, como ‘Tapas’, ‘En la ciudad’, y rollos de esos. Ya saben, películas corales que realmente no van de nada, sino que sólo quieren transmitir al espectador una reflexión general sobre ‘la incomunicación actual’ y cosas así. Bueno, en las de Mickey al menos Pluto se resbalaba con una piel de plátano.»
2008-08-02 19:41
Ja, ja, qué de recuerdos… Sí que se rompían las películas, y menudas broncas que te echaban los hermanos mayores.
Hace un par de años mi hija pequeña les pidió a los Reyes un cinexín y se lo trajeron; pch, ya no era amarillo, sino rosa y rojo; todas las cintas en color. A los dos días, los únicos tontos que lo usábamos éramos los amigos y los adultos: los peques debían de pensar qué narices tenía eso frente al DVD, a la Play, al ordenador o a la Nintendo y nos miraban como se mira a un tonto.
Un beso.