Mario Morales muestra su enfado por la, según el autor, maquiavélica y casi mefistofélica gira latinoamercana del presidente brasileño Lula da Silva, que siempre ha sabido decir lo que los gobernantes de otros países han querido escuchar. Negocio redondo.
«En menos de tres días abrazó, con diversos grados de calidez, a Evo, Chávez, y Correa , y por otro lado a Uribe y Alan García, antagonistas de los primeros. A todos les hizo creer destinatarios de apoyo a sus respectivas políticas internas, y se devolvió a su país tal y como apareció en todas las fotos, muerto de la risa, y consolidado como único líder de la región, convenció incluso a Colombia de formar parte del Consejo de Seguridad suramericano, punta de lanza de su visión integracionista económica y militar, y con unos cuantos acuerdos entre el bolsillo, que fortalecerán su proyecto de mercado.
Lo mejor de su estrategia fue que todos parecían tan contentos como él. Evo, porque recibió lo 530 millones de dólares para infraestructura vial en el norte boliviano y un espaldarazo a su gobierno en vísperas del referendo revocatorio. Chávez, porque “se coló” en esa cumbre y salió fortalecido en el reencauche con sus vecinos. Y Uribe, porque recibió apoyo explícito a su política frente a las Farc, las promesas de refuerzo en la frontera y el ferrocarril del Carare.»