Se ha muerto Simone Ortega, la autora del archifamoso 1080 recetas de cocina, un libro cuya edición casi desencuadernada salvó probablemente mis almuerzos entre los 14 y los 16 años. A Javier Rioyo también le sirvió de guía básica, como a tantos otros. La mujer que nos enseñó a cocinar.
«Un libro como ese permite ciertos riesgos editoriales que sigue manteniendo la muy necesaria, y querida por tantas cosas, editorial Alianza. Honor a un libro que por sus ventas permitía que se publicara a Thomas Benhard u otros de su estirpe. Ayer murió Simone Ortega, españoles de muy distinta condición la sentimos, era alguien que desde hace años nos acompaña en algo tan cotidiano como el saber comer, el saber cocinar o al menos el poder intentarlo. Había habido otros libros, pero ninguno tan cercano y práctico. Eso que no olvido que el “recetario de cocina española de la Falange” de las pocas cosas que reivindicamos de la Falange pero el de Simona Ortega, mucho más que otros de maestros más complicados, era, es, como el libro de iniciación en un arte tan complejo, tan rico, como ese de andar de cocinillas. Al menos lo intentamos y a veces, gracias a ella, conseguí hacer un arroz, incluso freír un huevo. O dos.»
2008-07-04 13:19
Hombre, Simone merece un homenaje algo más profundo.
Su recetario es claro, sencillo y completo. Es tanto la cocina diaria que no exige tiempo ni requiere técnicas depuradas como la de fiesta y ocasión para quedar bien delante de invitados sin ser un cocinero experimentado en esas siempre difíciles lidias. Parte del mérito de esa eficiente transmisión de conocimientos reside en el hecho de que Simone Ortega había cocinado con sus propias manos todas y cada una de las mil ochenta recetas que daban título a su obra.
Particularmente, y con todo el respeto, nunca me gustó demasiado. Sus primeras ediciones tenían un toque bastante afrancesado, lógico ya que Simone era de familia francesa —aunque ella nació en Barcelona— y la mayoría de aquellas recetas provenían de los modos y conocimientos de su abuela borgoñona.
Pero, al margen de tendencias y gustos personales, el 1080 recetas ha sido, con mucho, el recetario español de la etapa democrática, alineándose ya en la tradición histórica con aquél que editó la Sección Femenina de la Falange y con aquel otro con el que la Marquesa de Parabere ayudara a capear los años de posguerra.
A lo largo de las distintas ediciones, Simone fue modificando recetas y modos para adaptarse cada vez más a la cocina española, sus modos e ingredientes tradicionales, y modernizando conceptos e ingredientes. De esta forma, y por influencia cruzada entre el libro y la sociedad, el 1080 recetas termina por constituirse en un documento gastronómico que refleja con enorme fidelidad la culinaria cotidiana y casera de la España del último cuarto del siglo XX. Recetario absolutamente necesario por otra parte ante los profundos cambios que se registran en técnicas e ingredientes. Téngase en cuenta que, en 1972, cuando se publica la primera edición, no existían aún los supermercados (se lo juro, hagan memoria: la gente compraba en el mercado y los ‘ultramarinos’ tras mostrador), nacían los primeros electrodomésticos de cocina como la minipimer o la Turmix, los refrigeradores eléctricos (antes se usaban las neveras de hielo en barras), y la mujer empezaba a dejar de ser exclusivamente ama de casa para ir a trabajar, a ganarse los garbanzos que luego tendría que cocinar en casa para el sujeto que veía el fútbol en el sofá.
El libro de Simone Ortega está incluido por la RAE en el Corpus del Español (CORDE), base de datos creada como referencia del uso de nuestro idioma.
Simone, emparentada por matrimonio con la familia de Ortega y Gasset, de quien toma el apellido, fue la primera sorprendida por el éxito de su libro que escribió por pura afición y tiempo libre. La familia solía tomarle el pelo con el hecho de que ella vendiese muchos más libros con sus recetas que el abuelo con todos sus profundos ensayos. Era sólo una broma. Simone era, ante todo, una Dama, una Señora, culta, afable, educada, modesta, activa, inteligente, chispeante, conversadora desenvuelta y gran conocedora de la gastronomía, en especial la española, mucho más de lo que refleja su recetario.
Pues, aparte de sus 1080 recetas (curioso número, al parecer se buscó que fueran 1000 redondas, pero luego fue incapaz de renunciar a ninguna de las que había escrito “de sobra”), fue autora de otros objetos de culto de la literatura gastronómica del siglo XX español, destacadamente el “Libro de los Quesos Españoles” y “El libro de los potajes, sopas, cremas y gazpachos”, así como una revisión propia y muy correcta del libro de “Cocina Madrileña” de Martínez Llopis.
Miembro de honor de la Cofradía de la Buena Mesa, Premio Especial de Gastronomía en 1987 y Caballero de las Artes y las Letras de Francia. Afortunadamente el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación acertó a galardonarla con el premio Alimentos de España solo unos meses antes de que nos dejara.
2008-07-04 13:25
Gracias Miguel, sin duda merece ese homenaje, pero no lo encontré :-( Sólo notas de prensa repetidas por doquier.
Lo que digo en la entradilla de la anotación es rigurosamente cierto. Cuando entré en el instituto coincidió que mi hermano entró en la universidad y ya no comía muchos días en casa, mis padres trabajaban ambos y mi tía, que era la que siempre me había cuidado, se mudó a un piso propio. La edición destartalada y manchada de este libro me solucionó muchos muchos días, realmente todo lo que sé “de base” de cocinar lo sé por él. Eso es impagable.
2008-07-04 14:55
Miguel: estupendo homenaje.
Yo aprendí a cocinar porque me colaba en la cocina y ayudaba a mi madre, pero he de reconocer que los libros de Simone Ortega y el de la Falange (que yo tengo en edición de 1992 y en él pone: Manual de cocina. Recetario. Autor: colectivo. Derechos cedidos por el Ministerio de Cultura. 28.ª ed: dic. 1992. Editorial Bitacora, S.A.) son suficientes para alguien que no tenga ni idea de cocinar y sirven de ayuda para cuando necesitamos ideas nuevas: la masa para los petits choux rellenos (que Simone propone, en los aperitivos, con crema de roquefort y de foie-gras, pero que se pueden rellenar con más cosas) y la forma de hornearlos y abrirlos está perfectamente descrita y salen genial. Y la mousse de chocolate, si se siguen bien las instrucciones y no se fastidia al mezclar el punto de nieve de las claras (aconsejo pasar de añadir nata), queda a la vez ligera y consistente: una mousse de chocolate chapeau.
Ah, y para consultar cómo hacer un pescado en salsa verde, o una salsa rubia, o qué podemos hacer con unos trozos de carne que venían en una de esas bandejas en las que uno compra chuletas de cordero y debajo le cuelan eso, también sirven. Muy prácticos.
Un beso.