Diógenes es esa especie de enfant terrible de la filosofía clásica, un divertido contrapunto a los pesos pesados del pensamiento al que nadie acaba de tomarse demasiado en serio. Álvaro Ceballos Viro sobrevuela su figura y algunas de sus frases más irreverentes: El bueno de Diógenes.
«Diógenes era un Leo Bassi más afilado y más overeducated. Fue el primer cosmopolita, aunque apenas salió de su tierra sin ser vendido como esclavo. Alguna de sus ocurrencias tendrían que ser traducidas a castellano cheli, para que se les viera lo moderno, porque Laercio tiene prosa de taxidermista, y dice que Diógenes se tocaba torpemente cuando lo que ocurre es que se iba haciendo pajas por el foro («¡Ojalá que frotándome el vientre no tuviese hambre!»). Otra vez le preguntaron cuál era la mejor edad para casarse, y la respuesta le sale disparada: «Los jóvenes aún no; los viejos, nunca».»