Jesús Aller reflexiona sobre lo que la educación (entendida no tanto individualmente como socialmente), por encima de la genética, puede influir en la formación de las personas, acudiendo a ejemplos clásicos de sociedades que carecían de nuestros problemas, como la ausencia de una adolescencia problemática en la Samoa de principios de siglo: Las lecciones de Cheng Ho y de las jóvenes de Samoa.
«La observación de algunas culturas que han conseguido producir patrones de humanidad envidiables, con individuos poco violentos, inclinados más a la colaboración que a la agresión, y sociedades igualitarias y en las que la mayor parte de las neurosis que nos aquejan a nosotros son enfermedades exóticas, resulta realmente estimulante. Éste es sin duda uno de los tónicos más reconfortantes que podemos administrarnos en una época en que un vistazo a la realidad que nos rodea llevaría a pensar que la competencia salvaje, la depredación y el saqueo son las tendencias básicas del ser humano.»