La huelga de los transportistas está viviendo la paradoja de parecerse más a una huelga de pilotos aéreos que de obreros del metal, es decir, la opinión pública (sea lo que sea) no está tan por la labor de apoyarla como cabría esperar. Antonio Avendaño intenta explicar esta huelga en la que se trata de parar un país “porque las cosas van mal”, Una huelga confusa contra un patrón inexistente.
«La que comenzó ayer es la tercera huelga de transportistas y pescadores en lo que va de siglo y todas ellas fueron por la misma razón: el incremento del precio del gasóleo. Y todas se solventaron de la misma manera: concediendo el Gobierno significativas rebajas fiscales a los huelguistas. En la huelga del año 2000 las rebajas ascendieron a 120.000 millones de pesetas. En la huelga de 2005 no hubo cálculo oficial de beneficios fiscales, pero no debieron ser menores que cinco años antes. En todo caso, fueron un respiro para los más débiles. En esta huelga debería ocurrir lo mismo, sólo que esta vez todo es más complicado porque el precio del fuel es un precio imposible.»