Las dictaduras férreas pueden controlar la política interna del país, y los movimientos sociales, pero cuando el factor de desestabilización es natural, como en el caso del terremoto en China o las inundaciones en Birmania, sus estructuras de control quedan al desnudo y se hacen vulnerables. Esa es la premisa que sostiene Naomi Klein en China, frente a lo incontrolable.
«Cuando China está ocupada construyéndose a sí misma, creando trabajos y nuevas riquezas, los vecinos suelen no decir ni una palabra sobre los constructores que se burlan de los códigos de seguridad, con funcionarios locales sobornados para que hagan la vista gorda. Pero cuando en China un terremoto derrumba edificios, la verdad tiene un modo de escaparse de los escombros. “Miren todos los edificios de alrededor. Ellos tenían la misma altura, pero ¿por qué se derrumbó la escuela?”, preguntó una persona, en Juyuan, a un periodista extranjero. “Es porque los contratistas desean conseguir ganancias a costa de nuestros niños”, contestó.
Una madre en Dujiangyan le dijo a un reportero del periódico The Guardian : “Los funcionarios chinos son demasiado corruptos y malos. Ellos tienen dinero para pagar a prostitutas y concubinas, pero no tienen dinero para nuestros niños”.»