Como ha sucedido tantas otras veces en partidos importantes, la final de la Liga de Campeones se ha decidido por una tanda de penaltis. En Diarios de fútbol se ha entablado un debate sobre esta manera de decidir partidos. A favor tenemos a Dadan Narval y su Apología de los penaltis tras 120 minutos. En contra tenemos a Ramón Flores y su Reivindicación del desempate. Ahora a posicionarse.
«El hecho de que tras los ciento veinte minutos esté planificada la tanda de penaltis, además, influye en el modo en que los equipos afrontan el partido. Quien se sabe o se cree mejor, procura por todos los medios que el instante final de lanzamientos desde los once metros no llegue. Se vuelca arriba, luchando no sólo contra el rival, sino contra el tiempo que sigue avanzando. El equipo que está peor, o que se cree o es peor, se aferra a ese mismo transcurso de los minutos, en lugar de temerlo, a sabiendas de que las penas máximas le aportan una posibilidad de victoria que quizá con todo el terreno en disputa no tiene.»
«Las reglas que rigen las tandas–en parte, incontrolables, y enmarcadas en una mística particular- tienen muy poco que ver con el deporte que llamamos balompié, y la competición que se establece poseee mucha más relación espiritual con un juego individual –y aquí se viene a la cabeza antes el ajedrez que cualquier otro-, con una corrida de toros o, incluso, con una pelea vis a vis, antes que con una manifestación lúdica colectiva. En lo que respecta, pues, a discernir si un equipo de fútbol es mejor o peor que otro, la justicia que reparte la rueda fatídica es comparable a la que administra el lanzamiento de una moneda y, por tanto, vuelve indeseable por éticamente inconsistente su utilización.»