Fragmento de las memorias de Mahmoud Darwish, palestino, que escribió en 1982, durante la invasión del Líbano por parte de Israel. Trozos de recuerdos de su primer viaje a su país de acogida, deslavazados y llenos de polvo. Memoria para el olvido.
«Cuando volví a Beirut hace diez años, lo primero que hice fue parar un taxi y decirle al conductor: “Lléveme a Damur”. Acababa de llegar de El Cairo y buscaba las pequeñas huellas de un niño que había dado pasos más grandes que él mismo, pasos que no estaban en consonancia con su edad, mucho mayores que el tamaño de su zancada. ¿Qué era lo que buscaba? ¿Las huellas, o al niño? ¿O a la gente que había atravesado todo un desierto rocoso sólo para llegar a lo que nunca hallaban, al igual que Cavafy jamás encontró su Ítaca? El mar seguía estando en su sitio, empujándose contra Damur para hacerse más grande. Y yo había crecido. Me había convertido en un poeta que buscaba al niño que solía habitar en él y al que había dejado en algún lugar olvidado. El poeta se había hecho mayor y no permitía que el niño olvidado creciera. Allí había cosechado mis primeras impresiones y ahí había aprendido mis primeras lecciones. Allí se encontraba la dama del huerto que me había besado. Y allí robé las primeras rosas. Y allí fue donde mi abuelo había esperado que la posibilidad de regresar apareciera publicada en los periódicos, sin llegar nunca a aprehender esa esperanza.»