No creo que las cifras que constatan el espectacular retraso de la justicia en España sorprendan a nadie. Enrique Badía se asombra, precisamente, de la apatía con que todos aceptamos un problema que, aunque agravado ahora, viene de lejos, y que es lo suficientemente grave como para erosionar una democracia: El estado de la Justicia.
«Que la Justicia no funciona como debería se ha convertido en una especie de lugar común. Parece que la sociedad cuenta con ello y lo tiene catalogado como uno de esos asuntos que no tienen solución: lo malo es que los representantes políticos parecen participar de idénticas actitudes y percepción. Hace pocas semanas, un medio informativo propuso a sus habituales una pregunta aparentemente sencilla: ¿puede funcionar la economía sin que funcione la Justicia?
Las cifras son llamativas, más apropiado sería decir escandalosas, pero aún lo es más que no pase nada: ¿a nadie sonroja?, ¿nadie siente inclinaciones a renunciar a su puesto?, ¿nadie admite responsabilidad o culpa?, ¿nadie se va a su casa…? Lo máximo a lo que se llega es a expresar preocupación.»