El otro día, mientras veíamos la boda por la tele,
Ramiro Cabana se reía: ”¡Qué confusión!” Todo estaba confundido: lo personal con lo público, el Gobierno con la farándula, lo exquisito con lo hortera. “Ni siquiera los comentaristas del corazón se aclaran con el largo adecuado de los vestidos,” decía Cabana.
Javier Tusell, en
Ápice y declive del aznarato, menciona la boda como un signo del declive de Aznar. Parece que el Gobierno y su partido también están confundidos. “El declive comienza cuando el gobernante, desorientado, cree obrar el bien y no mide las consecuencias de sus propias acciones.”