Otis B. Driftwood cree que No se trata de la antorcha, sino de propaganda, mercado y perversiones de política internacional.
«Y esto está pasando ahora, con el consentimiento, también del COI, un organismo que se creó con el fin de unir a los pueblos a través del deporte, a la manera de las treguas olímpicas de la antigüedad, y que desde la era Samaranch se ha reconvertido en un autómata de hacer negocio, aún a costa de las desgracias de pueblos enteros. Lo del espíritu olímpico es algo que ha ido quedando para las crónicas del siglo pasado como curiosidad antropológica. Todo lo que no sea hacer dinero es puro humo. Los patrocinadores se tienen aprendido esto tan bien como el padrenuestro, así que vayan olvidándose de que Nike, Adidas o Cocacola abandonen su apoyo al “movimiento” que tanta tela marinera les ha costado. Quien paga, manda.»