Alejandro Polanco nos recuerda algunas de las contribuciones del reciéntemente fallecido Arthur C. Clarke. Fue uno de los primeros en hablar de la órbita geoestacionaria para albergar satélites de comunicaciones, por eso también se la conoce como órbita de Clarke. De las tres leyes de Clarke, me quedo con la tercera: «Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia». En Clarke, más allá del monolito.
«En cuanto al cine, por mucho que se hable de 2001, yo me quedaré siempre con 2010, película en la que, precisamente, aparecía el mismísimo Clarke como extra. ¿Quién está sentado en el banco de la izquierda, dando de comer a las palomas, frente a la Casa Blanca, mientras el Doctor Floyd discute con su jefe cómo convencer al presidente para subir a bordo del Leonov?»