Pepe Cervera hace un curioso ejercicio de ucronía en la efeméride del fin de la primera guerra púnica y se pregunta —retóricamente, claro— qué habría sido de Occidente si el resultado hubiese sido al contrario y Cartago hubiese vencido a Roma. El día que todo pudo cambiar.
«Cartago era una sociedad muy diferente a Roma, y de haber prevalecido nosotros seríamos muy diferentes a como somos hoy. El imperio cartaginés era sobre todo comercial, y su amplia influencia la ejercitaba a partir de la economía. Su estructura política era mucho más oriental y mucho menos democrática que la romana, por entonces una bulliciosa república, al menos en la civitas. Y sin embargo la ‘democrática’ Roma tenía un fuerte impulso expansivo e imperial, acompañado de una determinación rayana en la obsesión: la armada que derrotó a la flota cartaginesa en las Islas Égadas era la tercera construida por Roma después de que una primera fuera capturada en Lipara y una segunda destruida por el combate y una tormenta en Drépano. Los romanos, que hasta entonces no habían tenido necesidad de una marina de guerra, copiaron los barcos cartagineses y griegos y aprendieron a utilizarlos a base de perder naves en tormentas, hasta que a la tercera flota, tras perder cientos de naves y miles de hombres, vencieron.»