Comentarios

1. javier serrano
   2008-03-07 22:51

   En respuesta a José Luís Sampedro, escritor, filósofo, buena gente y perfectamente instalado en el mundo editorial, siendo uno de los autores más vendidos gracias al apoyo de ese mundo editorial que tanto denosta:

   Enternecedora esa apología de la lectura y del buen rollismo, aún se me recorren las lágrimas.

   En cuanto a lo del cánon de las bibliotecas hay que recordar que esto nos viene impuesto de Europa (nos guste o no estamos en ella). ¿Alguien os ha cobrado el cánon a alguno? ¿A que no? Los 20 céntimos los paga el Estado, no os preocupéis. ¿Desgaste de préstamo? ¿Qué gilipollez es ésa? Es un cánon para compensar lo que los autores dejan de percibir por el préstamo de su obra, ni más ni menos. Si el libro de un autor se alquila mil veces eso significa que deja de vender mil libros. El Estado pagará al autor a cambio de que este permita al lector lee su obra, así de sencillo: un préstamo. ¿Cuando alquiláis algo no se procede de la misma manera? Y no, no es ninguna sanción.

   La Biblioteca no obtiene nada, simplemente se trata de compensar al autor por los libros no vendidos. Efectivamente, su labor es
   prestar libros y fomentar la lectura, así como la del escritor es escribir y tratar de vivir dignamente de su trabajo (como en todas las profesiones), sin tener que realizar trabajos paralelos o tangenciales o prostituirse de manera innoble.

   El autor cobra por el libro que la Biblioteca compró, es cierto; pero deja de vender muchos libros debido al préstamo que hace dicha Biblioteca.
   “¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?”, se pregunta el conspicuo escritor. Si hemos de guiarnos por su consejo deberíamos empezar a trbajar “por la gorra”, al menos las primeras horas, como muestra de la calidad de nuestro trabajo para que las empresas nos contraten más tarde, o para vender mejor nuestros productos a los clientes.

   Estoy harto de escuchar que los autores más ricos se harán aún más ricos. Puedo que eso sea así, pero ¿qué ocurre con los menos ricos o los nada ricos? ¿No tienen acaso derecho a cobrar por su trabajo?

   Sampedro, en consonancia con su “buenrollismo” habitual, no entiende a “esa Europa mercantil”. Ello no es óbice para que disfrute del trato de favor que le dispensa esa androcracia que se llama la Real Academia Española. Tampoco hace ascos a los premios que le pueda conceder la industria editorial, asi como no es melindroso a que su obra sea publicada por Alfaguara, Planeta… y otras editoriales antisistema.
   “Personalmente prefiero que me lean”. Pues adelante, Sampedro, haz que tu obra pueda ser leída sin pagar un puto euro por ella.

   Si estás de acuerdo con que cada uno cobre por su trabajo, pásalo. Por el placer de la lectura y por la justicia de remunerar dignamente al autor.

2. Paco
   2008-03-08 01:45

   Varias cosas:

   1) El que alguien te caiga mal o sea inmoral no hace que sus razones sean falsas; esto se llama argumento ad hominem y ya era explicado por los sofistas. Por cierto nuestros políticos las emplean constantemente.

   2) “Los 20 céntimos los paga el Estado, no os preocupéis”. No sé si lo has pensado un poco antes de decirlo o te salió del tirón.

   3) “Si el libro de un autor se alquila mil veces eso significa que deja de vender mil libros”. Pues no sé, qué quieres que te diga. Mejor quitamos las bibliotecas y que se compre todo directamente.

   4) Cuando sacamos un libro de Quevedo, ¿a quién tenemos que compensar? ¿A Ken Follet o a J. K. Rowling? Como son los que más venden…

   Me parece a mí que el problema de fondo es que se confunde libro con literatura. Y cultura con mercado.

3. Marcos
   2008-03-08 09:53

   Sin entrar a valorar el texto de Sampedro, contesto a Javier Sierra:

   - Dices que los 20 céntimos los paga el estado, no nosotros; aunque la frase se contesta a sí misma, por si acaso, lo digo: el estado somos nosotros.

   - Dices que si se sacan mil libros de un autor en una biblioteca, son mil libros que deja de vender. Ya, qué más quisiera. SI conoces a gente que acuda habitualmente a una biblioteca sabrás que no se enfrenta a esa disyuntiva jamás: si lo hay en la biblioteca, lo tomo prestado, sino, me olvido de él. Y otro efecto, mucho más importante: voy a la biblioteca sin saber qué libro coger; buscando, buscando, descubro uno de Javier Sierra y me lo leo; resulta que e entusiasma y descubro una autor que no conocía y a partir de ese momento ejerceré de propagandista con mis amigos y familiares, y quizás hasta compre alguno (que jamás habría comprado de otro modo) para regalar.

   Saludos