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De la censura a la mentira

Si exceptuamos el final (que me resulta tendencioso), estamos ante un excelente artículo de Pascual Serrano sobre la no por obvia menos inquietante manipulación constante de los grandes medios de comunicación. Esos medios en los que ya no es fácil confiar ni siquiera para las cosas más nimias. De la censura a la mentira.

«Como todos sabemos, la mejor forma de que no se puedan reconocer unas palabras que hemos escrito en un papel no es tacharlas, sino sobrescribir otras encima. Y eso es lo que sucede hoy con la información, con una eficacia superior a la censura (tachar las palabras). Igualmente, los servicios de espionaje saben que la mejor estrategia para neutralizar al espía infiltrado no es detenerlo, sino intoxicarlo con información falsa para que la traslade al enemigo como verdadera.

Todo esto es lo que estamos viviendo cada día en nuestro país. O somos constantemente engañados con la mentira o la incertidumbre informativa es absoluta; ya no sabemos dónde se encuentra la verdad. No solamente la libertad de expresión se ha convertido en privilegio de unos pocos que pueden tener acceso a los grandes medios de comunicación, con lo cual es una libertad de disfrute muy desigual, sino que, además, el derecho a la información que debemos tener garantizado los ciudadanos en democracia no se está cumpliendo.»

Alberto Haj-Saleh | 12/02/2008 | Artículos | Medios de Comunicación

Comentarios

  1. Sergio
    2008-02-12 10:25

    Y me parece más grave el corolario de que solamente las cosas que interesen a los dueños de los medios o a alguno de los dos grandes partidos aparecerá en los medios. Aquellos temas en los que discrepan PSOE y PP son magnificados hasta el absurdo. Sobre los asuntos en los que están de acuerdo (que son la inmensa mayoría), vacío informativo.

  2. Alber
    2008-02-12 13:21

    El último párrafo me parece una barbaridad como un templo. Yo no quiero que el Estado me garantice “la veracidad” de nada. Y no quiero que el Estado “me proteja del engaño”. El Estado no es mi padre y yo no le otorgo el derecho de protegerme de la información tendenciosa. Nada de paternalismos. Nada de protección. Quiero salir a la calle, comprar El Mundo, y leerme todas y cada una de sus mentiras conspiranoicas. Y quiero, ¡exijo!, que nadie me proteja de ello. Pues sólo faltaba.

  3. joseluis
    2008-02-12 13:51

    Me parece que hay una forma de cortar con tanta mentira (contra la publicidad subliminal o la directa propaganda ya es más difícil): la responsabilidad legal, sea pecuniaria sea carcelaria.

    Esto es, me parece muy bien que quienes talmente mientan, se encuentren conque sus mentiras no son impunes, al contrario, tras un legalista juicio y si son hallados culpables, pues a la cárcel. Que asquito da este país donde lanzar las mayores barbaridades y las más sangrientas acusaciones resulte gratis total. No señores, a la cárcel en compañía de sus amigos los delincuentes.

    Ah, y la culpa de que eso no ocurra no es la ausencia de leyes (que al respecto las hay y sobradas de número) sino la “administración” de la “justicia” española. Las deficiencias del estado, dicho en breve. Para rato se atreven nuestros maravillosos jueces en hacer cumplir la pronto prescrita sentencia de cárcel a los Albertos, por amigos del rey; al director de El Mundo, por eso precisamente; a tantos y tantísimos. Es que la justicia (y muchos jueces) solo miran a los vascos (y a las vascas) y a los choricitos de tres al cuarto. Y así nos va. Los grandes y medianos estafadores cumplen si acaso menos condenas que si hubieran robado un bolso de señora. Y los grandes calumniadores, ni un finde carcelario, oigan. Asquito, si sigamos en esa vía hacia la bazofia integral.

  4. Álex
    2008-02-12 20:52

    Una pregunta desde la ignorancia: ¿no es cierto que si mientes en publicidad es delito? Si es así, ¿por qué no lo es en el periodismo, como dice joseluis tras probarlo fehacientemente con un juicio en condiciones?

    Si lo de la publicidad es así, y repito, si es así, es delito por engañar a gente y hacer que gasten dinero por lo que no es, o por moldear su opinión de una marca en detrimento de otra (lo cual a veces es relativamente agresivo), ¿por qué no habría de serlo tratar de moldear la opinión de alguien mediante la mentira?

    La verdad, no lo he pensado mucho, pero tengo interés en conocer vuestras opiniones a este respecto, teniendo como poderosa premisa lo de la publicidad. Pero como ya digo que lo de la publicidad no estoy del todo seguro, si la premisa no se cumple, también me gustaría leeros debatiendo al respecto.

  5. joseluis
    2008-02-13 18:38

    Pues, Alex, respondo en lo que sé. La publi subliminal está prohibida (razón por la que se sofistica, soslayando esa prohibición).

    En cuanto a la otra, a la explícita, es importante considerar que es contractual, esto es, parte del contrato que firmen con los clientes. Vamos, que si en una agencia de viajes compras una semanita de vacaciones en Antofagasta, primera línea de playa, hotel cinco estrellas, pues que eso tendrán que darte porque eso pone en el folleto u oferta publicitaria (guárdense cuidadosamente esos folletos, en consecuencia), aunque ni se mencione, o malamente, en el recibito que firmas cuando pagas en la agencia. Por cierto que en eso hay normativa y hay jurisprudencia abundante.

    Lo que sí es curioso es que la publi política no cumple esa contractualidad (o no le da la gana cumplirlo, o a nadie se le ha ocurrido, o nuestros maravillosos jueces estrella siempre están en otras estrellas, siempre en otras, qué cosa). De forma que los políticos pueden prometer, dentro o fuera de período preelectoral, para cada ciudadano incluso un céntrico ático duplex con piscina, sin por ello verse obligados a cumplir. Al respecto, guárdense los “programas electorales”. Una sinvergoncería. No se cumplen, íntegra o razonablemente, jamás y nunca.

    Ah y otra cosa, que los políticos electos luego hagan lo que les venga en gana en puntos no incluidos en su respectivo programa electoral, pues tampoco debería valerles, porque en esos puntos no tienen mandato cívico, quiero decir.

    Es que no tenemos democracia sino partitocracia, y un asquito ésta, para ser precisos.


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