A pesar de que Johanna Pérez Vásquez cae en la simplificación de siempre de “los hombres son malos y las mujeres sufridoras”, si sustituimos “hombre” por “ser humano” su artículo No quiero ser la mujer experimento es una buena radiografía del planteamiento medroso que se tiene de las relaciones de pareja hoy en día.
«Una cosa es que con los años uno se haya acostumbrado a cuadrarse con alguien poco a poco, sin esperarlo y sin oír una declaración explícita y otra muy diferente que se esté dispuesta a ser la ratita blanca a la que se le da una pequeña pelota de comida cada vez que hace algo correcto a los ojos del experimentador, aunque para ser más exacta en este caso no sólo se recibe comida, por aquello de las invitaciones a cenar, sino que también se logra atención en forma de llamadas y otros gestos de afecto.
No está bien resignarse a callar los deseos propios o enterrarlos en las profundidades interiores para estar con alguien indeciso, a quien no le importa involucrar sentimientos propios y ajenos como método para aclarar la confusión que experimenta. Simplemente es más aceptable la alternativa de pasar un tiempo sin compañía.»