Hernán Casciari hace una apasionada defensa del género de la telenovela, arguyendo que es mucho más amplio y rico de lo que el cliché nos muestra. Radiografía urgente del mal llamado culebrón.
«Durante los últimos diez episodios de Café con aroma de mujer (ah, qué hermosos recuerdos tengo) se habla casi todo el tiempo de economía y manufacturas industriales. En la maravillosa La vida en el espejo la complejidad filosófica es intensa y duradera. En O Clone, la última gran apuesta brasileña, la genética y el ADN son los protagonistas. La argentina Montecristo mezcla la famosa historia de Alejandro Dumas con las desapariciones de personas en la dictadura militar de los 70. En Sin tetas no hay paraíso (la original colombiana) se denuncia la explotación de la mujer y su servidumbre física voluntaria, del mismo modo que en Yo soy Bety, la fea se subrayaba su discriminación estética.
Digo todo esto porque ya he leído y escuchado bastante, en todos los medios de este país, sobre el estreno de la versión española de Sin tetas no hay paraíso. Demasiada gente inteligente en la prensa hablando sin antes ver, opinando desde el prejuicio, soltando gansadas y clichés. Incapaces todos de reconocer las historias por encima de los géneros. Ciegos de tradición y de pereza.»