Si hay un autor de cómic completamente underground y diferente cada vez, radical, provocador, extraño, ermitaño, ensimismado, ese es el gran (y raro) Robert Crumb. Iker Seisdedos intentó entrevistarlo, a pesar de que nunca concede entrevistas. Y no consiguió una entrevista, pero sí participar de un poco de la vida del artista. Viaje al planeta de Robert Crumb.
«- Y dime Robert —pregunta Aline en la cena— ¿Afectó en los sesenta el LSD a tu trazo?
-Sí, claro. Tomé unas 15 veces, y lo dejé —responde él—. Primero dejé las anfetaminas, luego el ácido, los porros, el alcohol y finalmente América.
El tono de Crumb se mueve en frecuencias bajas, entre ironías y encogimientos de hombros. “La razón por la que odio las entrevistas es que dejo salir todo y quedo vacío”, había dicho antes de revelar los entresijos del contrato que le une a su último proyecto, una recreación literal del libro del Génesis. “Me ofrecieron 200.000 dólares, que parecía un pastón. Tres años de trabajos forzados después, no resulta tanto dinero”.»