Esta Carta a Simone de Beauvoir de Alicia Dujovne Ortiz sirve no sólo como resumen biográfico-intelectual de la escritora francesa, sino también como la constatación de las contradicciones, avances y retrocesos que su pensamiento ha generado.
«Antes que usted, Colette hizo de su preciosa vida lo que le vino en gana. Lo hizo con gracia y con deseo. Un auténtico deseo, igual al de Marguerite Duras, con su existencia tormentosa que ella vivió como pudo, en carne viva y a los saltos, sin volverla doctrina; o al de Marguerite Yourcenar, gran señora y apacible ama de casa que cohabitó con su amiga en una isla de la costa norteamericana, sin pretender dar lecciones de homosexualidad. Tres mujeres libres así nomás, porque sí, más ejemplares aun puesto que al ser estrellas, no fueron dogmas vivientes. Aquí debo agregar algo que quizás le borre la sonrisa. Toda comparación es odiosa, pero la libertad de estas tres —la sensualidad de Colette, la solidez de Yourcenar y el aliento entrecortado de Duras— ha dado por resultado obras insuperables dentro de la literatura del siglo XX. Quién sabe si no será que a ellas las amo porque escribían maravillosamente, y si en el fondo mi reproche para con usted no consiste en que ni una sola de sus páginas me llena la boca de esa saliva deliciosa que a veces provoca la escritura.»