La peste, de Ricarte Soto, pinta un panorama desolador en la neocolonización africana, en este caso por parte de China que según el autor no sólo explota a los países receptores sino que se aprovecha de la mano de obra de los propios chinos.
«Lo triste es que las condiciones laborales de los cien mil obreros chinos que pululan por África son tan deplorables como en su propio país, comunista con manías capitalistas.
Los asiáticos desembarcan de vuelos chárter y son trasladados a los campamentos hechos especialmente para ellos. Durante toda su estadía viven aislados del resto de la población. Duermen y comen en sus carpas, y raramente salen a pasear por las ciudades que los acogen transitoriamente.
En muchos casos, el dormitorio ni siquiera merece ese nombre, porque no es otra cosa que un cuchitril de 14 metros cuadrados, con camarotes de fortuna, donde se alojan cuatro y hasta seis obreros. Algunas cortinas del tipo tela de cebolla sirven para separar las camas, con el fallido objetivo de resguardar algo de intimidad. »